Enano negro homosexual budista discapacitado extranjero denuncia que lo discriminan por sus creencias políticas

No le dieron un trabajo por simpatizar con partido neonazi. El Inadi le contestó que no se puede hacer nada y que no habría sanciones para los discriminadores. El denunciante, indignado, piensa llevar el caso a la Corte de La Haya.
Héctor González Amarilla nació hace 34 años en el Paraguay. A los 5 años se dio cuenta que era distinto a sus hermanos, y su madre le explicó que era el primer enano en la familia, el único de piel morena, y que no sabía quién era su verdadero padre.
“Los del Inadi insisten en hacer campañas publicitarias para que la gente me llame persona de baja talla afroamericana foránea con capacidades diferentes, pero yo se que todos piensan que soy un enano forro”, comenta Héctor, que a los doce años abandonó Paraguay para dedicarse a buscar a su padre biológico.
“A los 17 años, luego de seguir la pista de mi padre en Uganda, fui para Francia colado en un barco pesquero, a pocas horas de iniciar el viaje me descubrieron y el capitán ordenó que los marineros se divirtieran conmigo, fueron catorce días de esclavitud sexual permanente, pero al final la empecé a pasar bien, y ahora gusto exclusivamente de los hombres”, cuenta González Amarilla.
Después de buscar en vano a su padre en Francia y toda Europa del Este, Héctor decidió viajar a Asia, allí conoció a un grupo de huérfanos chinos que le inculcaron la religión budista. Héctor pasó seis meses en un templo meditando. Aburrido, un día quiso propasarse con un monje muy robusto que dormía en su misma habitación, pero éste le respondió con una centena de patadas en todo el cuerpo, dejándolo rengo de la pierna derecha de por vida.
“Hace unos años estuve en Alemania, había perdido todo tipo de esperanza de encontrar a mi padre y no la estaba pasando nada bien, vivía en la calle y comía de los tachos de basura” -comenta Héctor conteniendo las lágrimas- “cuando ya estaba pensando seriamente en suicidarme, un grupo de neonazis me adoptó como mascota. Yo les hacía los mandados, les limpiaba la casa y otras cosas, y a cambio me dejaban vivir en un cuarto de baño clausurado, y de vez en cuando me daban algo de comer”.
En Alemania Héctor González Amarilla conoció de cerca el pensamiento nazi, y lo adoptó como creencia política. “Si Hittler hubiera ganado la guerra, yo tendría un mejor pasar” comenta. Incluso arriesgó la vida varias veces por defender sus creencias neonazis: “en un acto conmemorativo del nacimiento de Hittler, la policía nos tiró con balas de goma, con la mala suerte que una de ellas me pegó en la pierna izquierda, y a partir de ahí me quedé rengo de las dos piernas de por vida”. Hoy se le hace muy difícil caminar, conseguir amigos y un trabajo. “Yo siempre fui discriminado. Soy la única minoría formada por una sola persona, y me la banco. Voy a llevar mi caso a la Corte de La Haya porque esto no tiene que seguir pasando”, anuncia González Amarilla a la vez que asegura que "no tiene nada de malo ser nazi, y en todo caso hay nazis buenos y nazis malos. Lo que pasa es que a la gente le gusta generalizar, y eso es discriminatorio!".

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